Te prometo que te querré un poco, como se quiere a las hojas secas cuando llegan con el otoño, cuando aún no hay demasiadas.
Te querré sin miedos.
Te querré sin agujeros.
Te querré despacio
y deprisa
y pausado
o lento.
Te querré dulce,
amargo y amarillo,
y algunas veces azul.
Te querré aquí, allí,
contigo y sin mí.
Te querré con palabras,
con gestos,
con miradas
o con besos.
Pero desde ese momento te querré siempre, sin descansar, sin dormir, sin parar…
Te irás lento, suave, como viniste, pero te irás…
(Cuando te fuiste, me dolían las yemas de los dedos; un dolor intenso que irremediablemente se extendía hacia los ojos y no me dejaba parar de llorar)
Pasaré el resto de los días llorando, hasta que vuelvas; aunque no vuelvas nunca, sé que volverás.
Te echaré tanto de menos que te escribiré 101 poemas en tercera persona, para que nadie sepa que hablo de ti. Para que nadie me pregunte si estoy triste.
¿Me prometes que nos columpiaremos en los parques como cuando eras aún un niño?