martes, diciembre 25, 2012

Sopa de pescado

Las lágrimas llenas de piedras
como aquella enfermedad del corazón.
La tensión arterial sistólica a diez grados bajo cero.
Con tanto calor.
La combinación perfecta de las nueces y el yogur natural
o
el pelo negro y las sábanas blancas.


Cuántas veces te sorprendí buscando música debajo de la cama,
huyendo del ruido.

Cuántas veces me sorprendí enamorándome de ti, sorbiendo esa sopa de pescado que comíamos en el bar de abajo los domingos trasnochados.

Cuántas ganas.



viernes, octubre 12, 2012

Usted

Usted. Felicidad. Paz. Ganas. Melancolía. Entusiasmo. Aprendizaje. Superación. Miedo. Salud. Sorpresa. Luz. Incertidumbre. Salitre. Música para el alma. Un buen libro. El café al sol de invierno. Arte. Un lienzo. Una moleskine y un boli. Oídos sordos. Esperanza y poesía. Lágrimas. Sueños. Notas sobre la cama. Una fotografía. O cientos. Un orejero rojo de la basura. Cartas de amor en el contenedor. Mayúsculas. Siempre. Coma. Tostadas y zumo. Mensajes. Un beso en la espalda. El verano y el otoño. Y la berrea de los ciervos. Recuerdos. Segundos. 210. Pochoski. Una receta. Desorden. Caos bello. Silencio. Todo es capaz usted de producirme.  

martes, julio 31, 2012

Noventa y cinco.

Leer a Hesse mientras miras dar vueltas la lavadora, en el suelo, notando el fío de las baldosas bajo los muslos de tu pierna derecha. Tras un rato de espera rozas el fósforo contra la caja y enciendes el último cigarrillo del paquete antes de soplar. Para luego aspirar. Y es entonces cuando vuelves a ese pensamiento de que sólo fumas por ese olor justo antes de que muera. Escribes una a una todas las frases que crees que hablan de ti. Como el que subraya el título de la primera lección del temario. Cuidadosamente. En aquella librate que compraste exclusivamente para eso. El café hace tiempo que se enfrió. Noventa y cinco.

jueves, febrero 02, 2012

Tanta lluvia

Mientras cenábamos tú hablabas sin parar. Siempre hablabas de cosas que no sucedían. Como el gol de Messi. Decías que aquella ciudad era maravillosa, y que te irías lejos pronto. Conmigo, claro. Olvidé citar que también mentías a ciertas horas. Tarde, mal y nunca. Mi estómago en nudos marineros. Con ganas de salir corriendo aunque lloviese a cántaros. Luego nos echamos de menos en el último plato. Pide la cuenta, porque esto se acabó.