Escondía una canción
(para tus oídos),
la guardaba entre la yerba,
la que nos acariciaba los pies.
La pasión escribía
versos de papel
mudos y estrechos,
pero llenos.
Las sandalias agotadas
gritaban
por favor.
Keane no parpadeaba
y yo le regalaba miradas
lentas
y bombones de metal
que nunca me olvidara…
Porque los martes y trece eran su día favorito.
4 comentarios:
Algún día volveremos a tirarnos sobre la hierba de esos jardines a escribir poemas y contar aviones. Descalzas, siempre descalzas. Con botellas de agua y helados de mora.
Y la primavera nos guarda secretos maravillosos.
Siempre.
retar a la suerte siempre es lindo...
de verdad existe alguna posibilidad de olvidarse de tí?...si es así, yo no la conozco
abrazos elípticos desde el norte
a veces una canción sale de los dedos de él, de las pestañas de ellas... dedicarla entonces es complicado, porque son ellos. Y así el olvido no llega.
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